Estrella

Estrella

Con ojos de tristeza miró a su alrededor. Maniquíes lucían pelucas de diferentes tonalidades, luces de neón, lentejuelas, cortinas de colores, espejo tras espejo, por los suelos se refrescan pequeños ropajes, crinolinas sesenteras, largas estolas emplumadas, alguna que otra copa por aquí, otra por allá. Alguien llamó a su puerta.

Se sobresaltó. Perdida en su frío reflejo dos ojos idénticos derramaron una lágrima, se dejó caer sobre una silla. Se buscaba, se veía vencida, vacía, no se encontraba. Necesitaba alguna voz que le dijese aunque sea una mentira, que le dijese que valía la pena, necesitaba sentir de nuevo, emocionarse, se había olvidado de cómo vivir, su tiesa boca no podía irradiar sonrisas. ¿Hace ya cuánto que no cantaba a solas?, ¿Hace cuánto tiempo que había dejado de ser feliz?

Tragó un poco de aquél licor barato y maloliente, se colocó una máscara sobre los ojos, salió e hizo lo que le tocaba. Luces, luces, luces y más luces. Risas, aplausos, chiflidos, gritos e insultos le golpeaban el cuerpo, enseñaba los dientes y el reflejo de sus labios carmesí, al compás del rock pesado y luego un blues de antaño movía los brazos, el mundo la aclamaba, cegaban su vista los reflectores, la apreciaban, la admiraban, le sonreían. Hasta que de pronto llegó el último agudo del blues y las cortinas se cerraron.

Se desplomó de nuevo sobre la silla, se despojó se los tacones de punta, se quitó las plumas, el sombrero y la escarcha de los brazos. Se corrió el maquillaje con los dedos, enjuagó su rostro en más y más lágrimas, bebió licor. Su cabello olía a tabaco y perfume de hombre, pero eso era ya natural. Descubrió a su consuelo mirándola al otro lado del cristal, una mujer bella, de facciones definidas, de ojos almendrados y labios pequeños. Preguntó entonces al espejo, en dónde había quedado aquella María, que ahora se hacía llamar “Estrella”. Pero para su desdicha el espejo solo repitió sus palabras.

David Loria Araujo.

(Norman Rockwell image :) )