13 de septiembre de 2009

Vigilia

Vigilia
David L. Araujo

No debería contárselo. Nunca debí siquiera mencionarlo. Me prometí a mi misma llevarme su secreto a la tumba pero ahora frente a usted sé que no me será posible. Así como ve, las promesas son sólo eso, promesas, tal como los sueños sólo sueños y las mujeres somos sólo mujeres. Hoy más que nunca estoy convencida: A ella no le hubiera gustado el hecho de hacer pública la razón de su ausencia, ni que algún desconocido resolviera el secreto y mucho menos que nos encontrásemos aquí. Yo me atreví, y no fue nada fácil. Ahora pago la culpa teniendo que enfrentarle. Pero es usted un jóven tan apuesto, un hombre tan de verdad que me es inútil resistir a sus ruegos, y esta noche lo sabrá todo.

Se fue la luz como si de repente se hiciera de noche. A las seis de la tarde, en el momento en que me disponía a finalizar una lectura, y casi como un presagio, algún cable distendido de la telaraña que forman en la calle habría decidido revelarse y hacer cortocircuito.

Comprobé lo sucedido al intentar encender en vano aquella lámpara que ve usted en la mesilla. Corrí las cortinas y al abrir de par en par las ventanas no pude evitar sentir el olor. Tal y como lo describirían otros inquilinos del edificio, el hedor era tan fuerte como el de un cordero descompuesto.

Ahora es que puedo decirle que el cadáver llevaba en la cama más de una semana, y ahí pensaba quedarse. Encontré la puerta sin el cerrojo, como si esperase compañía, las ventanas abiertas y el cuerpo de Diana apestando a muerte, la piel como la cáscara de un globo inflado y los ojos cerrados. Parecía haberse fundido con las sábanas.

Este librito verde que ve aquí antes reposaba junto a ella, bajo la almohada. Y fue el bulto que formaba el que me incitó a sacarle, a revisar su diario y a traerlo conmigo. Como si estuviera hinchado de un enigma que imploraba la lectura. La paz de su portada, ¿puede sentirla? Y el contenido de cada una de sus páginas es como una droga repartida entre instrucciones concretas y palabras sueltas, abstracciones, frases que después de cuajar en la mente hoy he logrado entender y que cada noche cobran más sentido.

La miré por última vez antes de llamar a la policía, siempre fue una muchacha solitaria. Algunas veces creí haberla escuchado llorar por las noches. No le conocí a ningún novio ni sabía que la visitaran mucho los amigos, pero había muerto con el rostro en gracia, como si me presumiera de estar muerta.

Fue así como me inicié en este arte. Yo no sé de quién lo habrá aprendido ella pero me queda claro que tuvo que haber sufrido largas horas de sudor como yo, quizá aún más, intentando controlarse, entrenar su cuerpo, permanecer atenta, elegir de entre todos el pasadizo correcto. Vivir la cuerda floja del limbo, la transición entre el estar, el ir y el volver. Estar al margen del abismo y recordar que no es sólo cuestión de un abrir y cerrar de ojos.

Y todo esto fue por él. Porque una noche le conoció en la intimidad del sueño, rompiendo con la suave tela de sus piernas. Porque le hizo temblar de gozo en las sombras y logró por primera vez no despertarse. Porque luego no dejó de visitarla, ni Diana dejó de esperarle. Y también porque pudo filtrarse, luna a luna, como un soplo de viento entre las comisuras de su alma y de su mente.

Descubrí los rasgos de aquél hombre entre sus líneas, escritas seguro sin cuidado al incorporarse súbitamente de la cama a medianoche. Moreno, bien formado, de ojos negros como los de un demonio y un vello incipiente que crecía en su barba y en su pecho. Un ser imperfecto, sexual, dotado de todo pero falto de realidad. Páginas más adelante pude enterarme de su obsesivo amor por él. Él era sólo eso, un hombre, y a parte de todo, antes de hacer el amor se quitaba primero los calcetines.

Se citaban, como cada noche, en un lugar distinto. Ella elegía. Una cabaña en la selva, la azotea de un edificio, una fiesta en la alberca, el elevador, un restaurante italiano. A veces, según deseara Diana repetían lugares, conocían otros más exóticos, se aventuraban a lo que nunca ella hubiera intentado, forjaban un vínculo casi divino, poético y él siempre recordaba, y ahora existía, y cada vez la poseía mejor. Diana no podía más que el querer permanecer dormida y la cama seguía amaneciendo mojada.

El paraíso se desgajó con el tiempo. Escribió que en algunas ocasiones despertaba agotada antes de cumplir su objetivo, con su recuerdo colgando bocabajo del techo. Después de un punto llegó el desvelo. Las ínfimas noches se volvieron tortuosas ante el arranque inmedible de querer tenerle a toda hora, de verle como quisiera, de imaginarle como le placiera, de sentirle como pudiera.

Llegó a despertarse, tomar intempestivamente el teléfono y marcarle al celular, un número que tenía llagado en el pecho para pedirle que volviera y que resultó ser el de una mujer anciana quien con la muerte de Diana se libró de una psicosis por las noches, de comprar pastillas con valeriana y del llanto amargo que escuchaba llover algunas madrugadas al levantar la bocina del teléfono.

En su inconsciente se empezó a tejer el capricho de arrastrar su existencia a la vigilia, o de incluso sacrificar su vigilia para poseer la realidad que tanto deseaba. Y fue por eso que después de una exhaustiva revisión encontraron el frasco vacío y en su estómago restos de un somnífero mortal. Fue precisamente por eso que la escuchaba no llorar, sino gemir por las noches, fue por ella que me hice diestra en esta manía, una viajera en el espacio y en el volumen sublime de las cosas normales. Fue por mí que nunca encontraron el diario.

Ahora ya lo sabe. Y parece que usted conoce la historia mejor que yo. Así que para qué seguir con esto. Que los muertos entierren a sus muertos, es tiempo de pasar a cosas más importantes. Explíqueme mejor qué hacemos aquí, entre tantas velas, solos en mi habitación, y por qué algunas cosas se ven un tanto diferentes. Dígame por qué está usted descalzo, por qué me mira con ojos infinitos, por qué se acerca a mí con voluntad casi demoníaca. Y siento esta noche que me pierdo entre el sueño terso de su pecho, en la lija de su barba y en el calor de su aliento embriagante. Pensándolo bien, ahora prefiero que reprima su respuesta, cállese, por favor. Que sea lento, aquí tiene mis piernas. Que no despertemos, hágame esa promesa. Que sea lento y que no acabe, nunca.

4 comentarios:

ANLF dijo...

U.A.O compañero...
q bueno q me dejaste leerlo y no me lo diste tú...es muuy bueno.
Hay tres cachitos de la historia q me gustaron muucho:
"Ahora es que puedo decirle que el cadáver llevaba en la cama más de una semana, y ahí pensaba quedarse"
(linda nota de humor...pues a dónde más podría ir?)

"La paz de su portada, ¿puede sentirla? Y el contenido de cada una de sus páginas es como una droga repartida entre instrucciones concretas y palabras sueltas..."
Yo si puedo percibirla... suena raro pero sentí que el texto (y en especial esta parte) fue muy fácil de leer y hasta...suave? (no me molestes...fue la única palabra q se me ocurrió pero a decir verdad define muy bien lo q sentí al leerlo).

"a parte de todo, antes de hacer el amor se quitaba primero los calcetines."
buen detalle...(dirás q soy rara pero me gustan ese tipo de "aclaraciones", te dice un poquito más de la forma de ser del personaje)

y el final...muuy bueno, y he notado q generalmente tus textos me dejan la sensación de que algo pasará después...muy curioso,pero me gusta mucho... :D

Anónimo dijo...

Ö lo encontré terriblemente inspirador, no sé para qué, pero así me sentí (:
me gustó muchomuchomuchomucho, no sé, es diferente a otras cosas que te he leído por ahí, y realmente pude imaginarme a Diana tendida en la cama. Muy bueno;)

Pd. me descontroló un poco la ausencia de algunos acentos por ahí

Ferrr GamboaRamírez

Anónimo dijo...

Pues yo no ví que faltaran acentos U.U...
Es muy fácil de leer, muy llevadero, no porque sea ligero si no porque tiene un ritmo muy rápido y se conecta bien, bueno eso pienso yo. No se si te pasa pero para cada texto el lector en mi cabeza usa una voz distinta, esta voz me gusto mucho. Las descripciones que pusiste me dejaban ver muy claro algunos detalles pero como la mayoría del texto de deja diría yo, sin tantas imagenes es guay esperar con ansias el siguiente flash. Creo que no me se explicar.

PD: Sabes que te admiro, pero a la vez deseo que un camión te atropelle para alcanzar por fin un primer lugar u.u
PD 2: Lo del camión es broma..

ATTE: A.A (Ana Armesto =P)

Kalycho Escoffié dijo...

Muy interesante y demoniaco hasta cierto punto jaja, pero me gustó mucho.

"las mujeres somos sólo mujeres"

No coincido con eso. Sé que son pensamientos del personaje, no del autor (al menos no necesariamente del autor), pero el personaje como mujer se me hizo débil por esa idea.

Pero igual y son mamadas mías.